¡Ay de los vencidos!
CONTEXTO: En el año 390 a. C. una tribu gala, al mando de Brenno, atacó y saqueó la ciudad de Roma, masacrando a tosos los habitantes que no habían huido. Sólo una pequeña parte del ejército logró resistir, refugiándose en el Capitolio.
Los galos los sitiaron durante siete meses; incluso intentaron tomar la colina por asalto: una noche, mientras tosos dormían, empezaron a subir tan sigilosamente que ni los perros ni los centinelas notaron nada. Sólo las ocas sagradas de la diosa Juno comenzaron a alborotar. El rumor despertó al cónsul Marco Manlio y éste llegó justo a tiempo para arrojar al abismo al primer galo que se había asomado a la muralla.
Luego, ayudado por los guardias, pudo reprimir el ataque.
Finalmente los galos, cansados del largo asedio, desistieron y acordaron con los romanos que se marcharían previo pago de 100 libras de oro ( una libra romana equivale a 322,53 gr.).
Mientras se procedía a pesar el oro, los romanos hicieron observar a los galos que sus pesadas no eran justas.
Entonces Breno, arrojando su espada en el plato de las pesas exclamó: Vae victis!, dando así a entender que el vencedor siempre tiene razón
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