sábado, 13 de agosto de 2011

Para qué sirve el latín (2)

Para qué sirve el Latín (II)


Pretendo continuar ahora el post que publiqué, hace bastante tiempo, sobre el tema "Para qué sirve el latín (...o cómo decir en latín te quiero)". Comentaba allí que el latín, a pesar de que se conoce y estudia cada vez menos, goza paradójicamente de mucho prestigio en la sociedad moderna, si bien en los aspectos más insospechados. Se usa, sobre todo, como lengua vehicular de tatuajes. Para ese fin suelo recibir muchas solicitudes de traducción. Y ponía algunos ejemplos en aquel post.
Pues bien, resulta curioso que cuánto más nuestras eximias autoridades políticas pretenden defenestrar el latín de los planes de estudios (tanto en la universidad como en bachillerato), más se recurre al latín, con conocimiento de causa o sin él, para las más variopintas acciones humanas.
Por ejemplo, para nombrar empresas y productos comerciales. Últimamente se han puesto de moda los nombres de empresas con terminación en -alia: Localia, Navegalia, Envialia, Aceralia. Pero la cosa viene de antiguo. La emblemática marca de coches de Suecia no usó un vocablo en su hermosa y difícil lengua patria para denominar sus coches, sino uno latino, y además bastante banal: VOLVO (que significa simplemente "yo ruedo"; pues qué bien, qué menos en un coche). Siguiendo en el sector automovilístico, una marca de piezas de automóviles se llama VALEO, otro verbo en primera persona del singular del presente de indicativo: "yo valgo" (es un alivio saber que esas piezas efectivamente "valgan" como recambios en nuestros coches). Los relojes FESTINA están declarando que adelantan o, al menos, están provocando prisa y estrés en sus acelerados portadores, si tomamos FESTINA como el imperativo del verbo festinare, "apresurarse". Una cadena de empresas inmobiliarias se llama DANAE: me parece muy elegante este nombre, que en la mitología griega es el de la princesa argiva hija del rey Acrisio (ya conté la historia), pero no puedo evitar sospechar que los pisos que venden estas inmobiliarias tengan goteras. Y hablando de aguas y de baños, se suele denominar SPA a un establecimiento de baños o balneario, y circula el bulo de que este término es supuestamente un acrónimo de la expresión latina SALVS PER AQVAM ("salud [obtenida] a través del agua"); en realidad, Spa es el nombre de una ciudad belga, famosa como centro termal desde la época romana. Por extensión y antonomasia, el nombre SPA ha pasado a designar este tipo de establecimientos, ya desde que a finales del siglo XVI el doctor Timothy Bright llamara el "Spa inglés" ("The English Spaw") a un emplazamiento termal en Yorkshire.
A veces, la publicidad no duda en usar mal expresiones o términos latinos para anunciar productos y marcas. Un caso curioso que he visto últimamente se basa en la celebérrima expresión atribuida a Julio César: veni, vidi, vici. César, tras derrotar en el año 47 a.C. en la batalla de Zela a Farnaces II, rey del Ponto, envió un mensaje lapidario al senado romano, en lo que es probablemente el parte de guerra más corto que se haya redactado en la historia:

VENI VIDI VICI
("llegué, vi, vencí")

La anécdota la cuenta Plutarco (Vida de César 50.3-4), transmitiendo las palabras de César en griego (no porque César las pronunciara en griego, sino porque Plutarco escribió en griego). Y Suetonio informa (Vida de César 37.2) más bien que César hizo desfilar un cartel con esa inscripción (ahora sí, en latín) en el triunfo que celebró en Roma por la victoria citada. Popularmente, en el entorno hispánico, se suele citar la frase incorrectamente: vini vidi vinci (o algo así). Pues bien, los sesudos publicistas recurren a esta deformación para anunciar un medicamento antigripal:



En fin, como el latín es una lengua muerta, no sirve (NON VALET) para nada, según nuestros próceres educativos, y siendo así, su estudio debe ser proscrito de los planes de estudios, ya que su aprendizaje no contribuye a que el país vaya sobre ruedas (VOLVAT) o se apresure (FESTINET) a alcanzar el ansiado progreso económico y cultural del primer mundo. En lugar de aprender latín, démonos un baño calentito en un SPA, para conseguir la tan ansiada SALVS PER AQVAM y así vencer (VINCERE) el resfriado. Y si necesitamos el latín para tatuajes o anuncios publicitarios, pues nada, a usarlo a troche y moche, bien o macarrónicamente: total, como es una lengua muerta, no va a levantar la cabeza para quejarse.
Gabriel Laguna Mariscal en el blog TRADICIÓN CLÁSICA  :  
http://tradicionclasica.blogspot.com/2008/04/para-qu-sirve-el-latn-ii.html

Para qué sirve el latín (1)

Para qué sirve el Latín (o... cómo decir en latín “te quiero”)

Antes de empezar, quizá debería pedir excusas a los lectores de este blog por mis largas e injustificadísimas ausencias. Resulta emotivo (y motivo de agradecimiento) que mi infidelidad contraste con la fidelidad de los lectores de este modesto sitio, lectores que continúan leyendo mis menudencias y, además, en número muy creciente. Algunos amigos incluso tienen la amabilidad de hacerse eco de y recomendar este blog: quiero individualizar y agradecer, porque me abruma, la afectuosa recomendación de Juan Pedro Quiñonero, cuya cultura humanística y prosa cincelada admiro mucho. Así que me siento un poco como la femme fatale de una historia de amor decimonónica: más querida y pretendida por su amante cuanto más incurre en desaires, ausencias e infidelidades.
A lo que iba. Aunque soy profesor de Filología Latina, soy de los que piensan que el latín no sirve para nada. No sirve para nada, de la misma manera que no sirve para nada el 99.9% de las numerosas y variadas actividades, aficiones, ciencias o querencias a las que los humanos nos dedicamos con afán para dar algún contenido y sentido al breve tiempo que media entre nuestro nacimiento y muerte: "Ved de cuán poco valor / son las cosas tras que andamos / e corremos" (Jorge Manrique). Todas estas ocupaciones, que nosotros juzgamos tan importantes, en realidad no son más que fruslerías: pasatiempos en los que nos entretenemos para sentirnos vivos; en fin: juegos para aplazar la muerte (según la hermosa expresión de Juan Luis Panero, a la que dediqué un post aquí).

Sin embargo, resulta sorprendente el elevado número de personas, no especialistas en filología clásica ni en ninguna rama de las humanidades, que consideran, por el contrario, que el latín sirve para algo: de hecho, para muchas cosas. Me explico. Yo en realidad no entiendo de latín, como de nada, pero hago como si, ya que en el gran teatro del mundo me toca representar el papel de “experto en latín”: y en calidad de tal experto estoy inscrito en un portal multitemático de Internet, al que pueden recurrir los cibernautas para consultar las más variopintas cuestiones, por ejemplo, en la categoría de Filología.
¿Y qué me preguntan sobre latín los cibernautas no especializados? Es decir, ¿para qué sirve el latín, según su opinión? Pues recibo consultas muy numerosas y variadas: ver aquí. Algunas no tienen mayor interés: estudiantes de latín elemental me piden que les traduzca frases o porciones de César (es decir, que les haga el trabajo escolar). Pero bastantes lectores me piden traducciones del español al latín con otros fines. Les cuento algunos casos curiosos.
Bastante gente solicita traducciones al latín para texto de tatuajes. Uno me pide la versión al latín de la frase “el sufrimiento lleva al placer”: así que sugerí PER LABOREM AD VOLVPTATEM.
Otra lectora, muy dispuesta y animosa ella, parece que quiere tatuarse “Estoy preparada para todo”, por lo que propuse AD OMNIA PARATA SVM.
Otro consultante, de carácter estoico, considera que “Lo que no me vence, me hace más fuerte”, que yo traduje al latín como QVOD NON ME VINCIT, FORTIOREM ME FACIT.
Un lector, de temperamento igualmente estoico, pero de estilo bastante más barroco y ampuloso, me ruega que le traduzca al latín la enrevesada frase “Seré resistente al dolor y a la fatiga, no diciendo nunca no puedo y pidiendo siempre más”. Fue un reto más complicado, y propuse DOLORI LABORIQVE RESISTAM, NVNQVAM "NON POSSVM" DICENS VLTROQVE AMPLIVS REPOSCENS. Con tantas letras, creo que le saldrá caro el tatuaje y le resultará bastante doloroso.
Por cierto, siempre suelo disuadir de hacerse tatuar textos en lenguas extranjeras, sean latín o chino. Nunca se tendrá la completa certeza de que la traducción a alguna de estas lenguas esté libre de errores. Un tatuaje es una cosa seria, y casi indeleble; y yo, desde luego, para lo que cobro no ofrezco garantía alguna sobre la corrección de las traducciones latinas que propongo.
Un especialista en rótulos necesitaba la traducción al latín, para aerografiarla en un casco, de la frase “Apartad de mi camino”. Mi respuesta fue: MEAM VIAM EXPEDITE.
Un grupo de dermatólogos y anatomopatólogos me pidió, para texto de un sello, un lema en latín que tradujera “Cuidan de la piel en la guerra y en la paz”. Propuse: AD CVTIS SALVTEM DOMI MILITIAEQVE VIGILAMVS.
Pero, según mis consultantes, el latín sirve también para el amor. Un lector me rogaba (y parecía tener mucho interés en ello) que le tradujera al latín una declaración de amor y consiguiente petición de matrimonio: “Cásate conmigo, princesa, y seamos felices para siempre”. Propuse: Utinam velis nubere mihi, mea regina, et simus felices in omne aevum. Sólo espero que tuviera suerte, y que si, finalmente, su princesa o reina accede al matrimonio, me invite a la boda. Qué menos.
¿Y cómo se dice “Te quiero” en latín? Claro que podría decirse, simplemente, TE AMO o TE DILIGO. Pero los tres poetas más especializados en cuestiones de amor en la literatura latina eran los elegíacos Tibulo, Propercio y Ovidio. Y ellos se lo dijeron a sus chicas de otra manera, un poco más elaborada:

Tu mihi sola places
(La frase está en Tibulo 3.19.3, Propercio 2.7.19 y Ovidio, Ars amatoria 1.42).

Así que prueben a decírselo así a sus amadas, y a ver si hay suerte. Yo lo he hecho con mi chica, con grato resultado. Atención: la frase anterior sólo vale para un chico requebrando a su amada. Para las chicas que quieran declararse a sus elegidos, la versión sería: Tu mihi solus places.
Salud, latín y amor.
Gabriel Laguna Mariscal en el blog TRADICIÓN CLÁSICA  :   
http://tradicionclasica.blogspot.com/2006/05/para-qu-sirve-el-latn-o-cmo-decir-en.html

miércoles, 3 de agosto de 2011

La importancia del latín

Desde que se escribió el primer texto que conocemos en latín, la Fíbula de Preneste, en el siglo VII antes de Cristo, el latín se desarrolló como cualquier lengua, dejando sus huellas en autores antiguos, que conocemos apenas por fragmentos: Livio Andrónico, Nevio y Enio. Más tarde aparecerían los textos de Catón y las comedias de Plauto y Terencio, escritas en un latín bastante diferente de aquél del siglo I antes de Cristo, cuando comienza la llamada fase clásica de la literatura latina: César, Cicerón, Ovidio, Horacio, Virgilio, Cátulo. En el período posclásico viene la narrativa de Apuleo, Persio, Juvenal, Marcial, Vitruvio, Tácito, Petronio, Plinio, Séneca y de los narradores cristianos: Amiano, Marcelino, Lactancio, Ausonio, Santo Ambrosio, Carisio, San Agustín y la Vulgata, la traducción latina de la Biblia hecha por San Jerónimo, cuyo estilo inspira toda la Edad Media.