domingo, 27 de noviembre de 2011

PEPE MONAGAS

-Vayan a la botica y compren esto.
-Pero, don José, ¿qué podríamos haserle pa irle aliviando esa puntada, mientras despachan la reseta?-preguntó, agoniada, la más vieja de las hermanas.
-Pues... En el Ínterin, pónganle un parche poroso, a ver. Mañana vuelvo.
Y traspuso.
Recaló desandada de la cocina la segunda de las niñas:
-¿Niña, ya se fue don José...? ¡Esús, que yo quería ver¬lo...! ¿Qué dijo?
-Pues, mira, le mandó esto. Y dijo que le pusiéramos un
parcho en el Ínterin.
-Pues, mira, casualmente yo tengo en la cómoda uno guardado, de cuando Concha tuvo aquel malejón, que te acuerdas que no se llegó a pone...
Lo sacaron. Y en el momento de prepararlo se planteó la terrible cuestión.
-Oye, Isabé, dijo en el ínterin...
-Sí... ¿Qué?
-¡Oh, mujé, paeses que estás boba! Dijo en el Ínterin... ¿Y
dónde quea el Ínterin, tú?
-¿Pero, niña, no se lo pregúntales?
-Pos, mira, no... ¡Sus, mujé, no me empieses ahora a abacora! ¡Oh! No se lo pregunté, no.
Se volvió para todos, desconcertada e implorante. Las visitas mantenían cerradas y suspensas las caras.
-Tú no sabrás, Corina...
-¿Yo, sita Concha de mi arma? Si le digo la engaño. Si viera sío de la madre, o asín... ¿Pero el Ínterin? En mi vía lo
ha oío.
Y en este angustioso momento, Monagas que entra. Se lo encontró por la calle Dominguito, que había ido a lo del botiqueo y que más pronto que volando le soltó la ocurrencia: -¿Sabes que la más chica de las Angustias ha cafo entre sábanas de ahora pa después con una que pa mí abica...?
Pepe se tiró un salto, que era agradecido. Las niñas de Angustias querían mucho a Soledad, la cual iba a hacer limpieza general para las vísperas de Jueves Santo, Corpus y San Pedro Mártir, y tenían debilidad por Monagas, al que habían sacado de algún apurillo, recomendándole asuntos entre sus buenas amistades. Cuando mi compadre entró, la pregunta daba vueltas, salpeando, como un pájaro suelto, por toda la casa:
-¿Pero y dónde queará el Ínterin...? ¡Sus, tal desgrasia!
-¡Pero qué bobería no habérselo preguntado a don José! -reprochaba, con voz del Casino, don Prudencio el de la Notaría.
-Tú no sabrás, Pepe...
Monagas sonrió, perdonándole la vida a aquella manada de toletes. Grave, se acercó al oído de sita Concha. Y le dijo dónde quedaba el Ínterin. La dama se puso repentinamente seria. E invitó a todo el mundo a salir.

Guerra Pancho, “De cuando Pepe Monagas llegó a tiempo “ca”las niñas Angustias” en Los cuentos famosos de Pepe Monagas 3, Editorial Prensa Canaria, Las Palmas, 1994

No hay comentarios:

Publicar un comentario